Es altamente probable que este año 2022 sea recordado como uno de los más complejos por muchos profesionales de la educación, donde el aspecto académico fue particularmente desafiante como también el espacio de desarrollo social de cada uno de los alumnos, justamente por aquello es que toma una relevancia fundamental la regulación interna de cada establecimiento Educacional.
En los recintos educacionales, al igual que en las sociedades en general, resulta lógico el pensar en un marco que regule las relaciones de sus diversos miembros, que nos establezca “el rayado de cancha” dentro de la cual se deben desenvolver sus actores, buscando con ello una coexistencia armónica entre todos quienes integran dicho cuerpo social.
Sin perjuicio de lo anterior, al igual que en la sociedad en general, el mantener una norma escrita que dé cabal cumplimiento a las disposiciones legales, resulta a priori evidente y necesario, sin embargo, en ningún caso nos asegura un determinado comportamiento o trato social, no significa necesariamente que los principios allí establecidos serán aplicados de manera estricta, ni mucho menos que de su sola redacción se logre un clima de convivencia escolar plenamente deseado.
Es por estas consideraciones, planteadas en los apartados anteriores, que resulta fundamental que las comunidades educativas se empapen de los valores, principios, derechos y obligaciones que se plantean en dichos cuerpos regulatorios, generando una cultura organizacional tendiente a aplicar las disposiciones contenidas en los Reglamentos.
Para lograr lo anterior consideramos fundamental que las comunidades educativas realicen un trabajo colaborativo en la confección de estos documentos, que sean todos partícipes y a la vez responsables de su aplicación, ya que es claro que cuando somos autores de algo y nuestras consideraciones fueron tomadas en cuenta, la disposición a seguir los procesos y respetar los principios allí establecidos se vuelve más real y efectiva.
Por lo tanto, la combinación de factores es fundamental, por una parte, la elaboración de un Reglamento Interno y Manual de Convivencia Escolar que dé cabal cumplimiento a las exigencias legales. Y por otra, el conocimiento de la normativa, aplicar los procesos ahí contenidos, respetar sus principios y obligaciones por parte de los diversos actores de la comunidad educativa.
Solo con la participación y compromiso de todos, lograremos generar a través de nuestra normativa interna un punto de encuentro, donde los actores de la comunidad educativa se sientan representados y que, dado su origen participativo, sea de natural el compromiso y obediencia del mismo.